martes, 23 de febrero de 2016

La luz del delirio

Carta de un amigo tirada a la basura
Uy ojos que ciegan, labios que callan !que oscuro veo vuestro futuro¡ Cuan grandes, brillantes y obvias serán vuestras caídas. Engañadnos una y otra y otra vez, cada vez más hondo, más hondo, cavad vuestra tumbo. Sobornaos, mentidnos, engañaros a vosotros mismos, caeréis con mayor fuerza. Vuestra caida será nuestra señal, nos alzaremos, os pisotearemos y no podreis hacer nada. Solo ver como vuestro imperio se derrumba para dejar paso a la felicidad, vosotros, politicos, temeos.

jueves, 18 de febrero de 2016

El brillo opaco de la plata

Este es un relato para pensarlo, creo. Me apetecía escribir algo así y quizá haga una serie de relatos.
Luz y oscuridad, tan distintas, tan bellas, tan necesitadas la una de la otra que su mera existencia era un equilibrio. Siempre había sido un equilibrio, desde que me dividí de mi hermana nada había cambiado, bueno, miento, la Vida apareció en su hermosa cara. Apareció y volvió a desaparecer, todo fue en un parpadeo, primero había unos pequeños seres pacíficos, y después unos belicosos monstruos vanidosos. Mi hermana cada vez esta más enferma por su culpa.
Un día me hallaba paseando por mi órbita y oí la vejada voz que tanto conocía:
-Hermana ayúdame, sufro.
-Yo sufro más viéndote así y no me has hecho caso en los últimos eones.
-Por favor, por favor, haz que cese el dolor.
-¿No decías que te gustaban los humanos con sus poesías, su música y su sed de conocerte?
-Esos eran los verdaderos humanos.
-No lo entiendo hermana.
-Ellos tampoco, por eso tienes que hacerlo. No moriré, tranquila, daré a luz a nuevos pero más pequeños astros, quizás nuevos mundo con suerte.
-De acuerdo, te quiero hermana.
-Y yo a ti, pequeña.
Me giré hacia ella y me estrechó en un abrazo. La última muestra de amor que recibiría por el resto de mi existencia.
Nuestros cuerpos se enfrentaron, yo aguanté el impacto, ella lo aceptó. Me vi rodeada de miles, millones de pedazos de lo que había sido mi hermana. Sentí la muerte de millones de cosas, se lo merecían, ¡cuántas odas y poemas me dedicaron en balde! Mi hermana fue demasiado blanda, les permitió demasiado, incluso se atrevieron a traer maquinas a uno de mis rostros.
Ahora estaba sola, sola. Reí, el Otro me daba igual, que me viera, que me oyera, que me ignorara, quedaba tiempo hasta nuestro próximo encuentro.
Me sentía oscura, mas oscura que nunca, era agradable. Pese a eso brillaba, maldita la luz, maldito el Otro y su existencia, malditos todos.

martes, 29 de septiembre de 2015

El niño que sí quería crecer.

Todos los niños crecen excepto uno.
Así empezaba Peter Pan, la historia del  niño que no quería crecer y vivía en Nunca Jamás. Y Así empiezo yo esta historia, pero con un niño que vive aquí, en el mundo real.

Todos los niños crecen excepto uno. Todos menos Él.

Él es un niño, como todos los demás. Llora, ríe, salta, corre, no entiende muchas cosas. Le gusta jugar y le da miedo los ruidos que oye muchas veces. Demasiadas. Ruidos que ningún niño debería oír. Ni nadie.
Él Huye. Huye de esos ruidos, huye de esa gente, de ese lugar en el que no tuvo la culpa de nacer. Huye en busca de la libertad, de la vida. Está en una barca muy grande, con muchas personas. Todos intentar escapar de lo mismo. Sólo ve azul. Ve ojos cansados, ve injusticia. Más tarde, ya no verá nada.

Quizás debíamos de haber dicho todo lo anterior en pasado, porque Él ya no crecerá más. Todos los niños crecen menos Él. Él, que engloba a miles de niños; niños como Aylan, que morirán huyendo de lo que no debería existir: De la guerra, de la injusticia. De la muerte. 

Aunque conjuguemos esta historia en pasado, volverá a repetirse. Volverá a haber niños que se van a Nunca Jamás, como en la historia de Peter Pan, pero no por el polvo de hada. Será por el polvo de las bombas, esas que arrasan Siria, o el de los fusiles y las ametralladoras que resuenan en la ciudad. Será por el polvo de la playa, donde en su orilla Aylan todavía sigue -y seguirá siempre- siendo un niño. Pero esta vez, un niño que sí que quería crecer. 

lunes, 2 de marzo de 2015

           3 RELATOS CORTOS DE TERROR

- ¡Buenas! Se me había ocurrido, tras oír por ahí una cantidad de relatos de terror, había pensado en compartir algunos con vosotros. Uno, lo he escrito yo, otros dos, los he obtenido de internet, narrados por mí, pero quería compartirlo con vosotros. Espero que os guste.

                    EL QUE MATÓ A SU MUJER

(De: DrossRotzank, en el vídeo de YouTube: ``Dross cuenta 3 historias de terror XXXIV)

-La perspectiva de las cosas es algo muy importante. Apenas un pequeño movimiento en ella, y las cosas se pueden ver de manera muy diferente ¿verdad?. A veces para mejor, a veces.......solo cambian para peor. Debes de tener esto muy presente, ya que la esencia de esta historia, pasó de verdad, por lo menos, una vez, sino más.
Y pasa que había un hombre, que representaba al extremo todo lo que es amar a alguien, el amor romántico. Él amaba con locura a su esposa. Ella era su inspiración vital, su norte, su ilusión.....todo.
¿Alguna vez os habéis enfadado tanto, que habéis visto puntos negros, o incluso, ver rojo?. Es un estado primitivo, en el que la ira responde por ti. Eso fue poco. Muy poco para lo que sintió este hombre el día que su mujer murió.
Fuera de sí, agarro una pistola, fijo en el empeño de matar al culpable de su muerte. 
Caminó decidido, hacia ese bastardo, y le apuntó con una pistola. El pobre desgraciado lloró, gimió y gritó como suplicando, pero sin poder decir una palabra. Esto lejos de ablandar al hombre, lo enfadó más. 
Apretó no una, sino varias veces el gatillo.
Quizás el pobre individuo podría haber convencido al hombre de que se parara a pensar, y disuadirlo de la idea de lo que acababa de cometer......¿pero cómo iba a hacerlo?.....
Acababa de nacer hacía tan solo unas horas.
                                  CLAUSTROFOBIA
                            ( De Raúl Fernández Arias)
-Alguna parte de Francia, 1753.
Él se retorcía por dentro. No podía parar de pensar en ello. Tumbado en su lecho, en la total oscuridad, estaba rígido completamente. Es lo que siempre le pasaba al apagar las luces al irse a dormir.
Siempre le había aterrado la muerte, y siempre se preguntaba, a esas alturas de la noche, si morirse sería como ese vacío.
El pensamiento le dejaba rígido y aterrado en la cama por horas. Eso, mezclado con un profundo nerviosismo, fruto de sus cavilaciones mentales, le llevaba al rechazo de su familia, y a largas crisis nerviosas que lo dejaban suspendido, como desmayado, por días. Esta noche por lo visto, no iba a ser una excepción a esas noches de largos pensamientos angustiosos.
No existe un Dios......nos dejaría vivir para siempre si nos quisiera.
No puedo quedar en el vacío......¡ No quiero desaparecer!
No imagino la no existencia.....me da pánico.
Eran algunas de las conclusiones que le venían a la cabeza. 
Encima, su "magnánima familia'' le había abandonado, casi literalmente, en un hospital psiquiátrico, alegando demencia prematura.
¡Imbéciles!¿Acaso es extraño que el ciervo evite y tema al cazador?
No. Por eso el temía tanto a la muerte, por la misma razón. 
No había nada peor que los médicos. Verlos, era signo de que algo iba mal, y eso, significaba posibilidad de muerte. Los odiaba. Sólo querían deshacerse de pacientes. Personas cuyo negocio son las personas.
Entonces cayó en la cuenta de que no recordaba cuándo apagó las luces. Ni cuando se acostó. Ni el día de antes. 
Solo recordaba estar en oscuridad y haber empezado divagar.
Tener una especie de laguna mental, sorprendentemente poco perceptible.
Como......como cuando despertaba de sus crisis nerviosas.
Rápidamente se intentó erguir, impulsado por el miedo, pensando en lo peor. Solo para darse, sin casi haberse elevado, contra una fría pared de lo que parecía ser madera.
Solo para darse....contra la tapa de su propio ataúd.

                                          INFIERNO

(De: DrossRotzank, en el vídeo de YouTube: ``Dross cuenta 3 historias de terror XXXIV)

-Simplemente, sabía que había llegado la hora.
No sabía cómo, pero estaba muerto.
A su alrededor, oscuridad. Su sensación, era estar levitando. Solo sentía el peso de su propia conciencia.
Atravesó la ''puerta'' del más allá, curioso de ver que había tras ella......
Solo para desconcertarse, al ver más oscuridad, y más vacío. 
Entonces oyó una risa, como riéndose de sus pensamientos.
Él preguntó tímidamente: ¿ Hay alguien ahí ? ¿ Dónde estoy ?
Más risas.
Al final, irritado, repitió la pregunta, a lo que la voz contestó:
-¿No lo ves?¡La última meta del ser humano!....... El ''más allá''.-
Todo seguido de risas.
El hombre temblando empezó a balbucear.
-Pero.......yo.....yo.....¡yo no he hecho nada malo! ¡He vivido honradamente!¿ Por qué estoy aquí, en el infierno, y no en el paraíso, como merezco? ¡No es justo! ¡No quiero pasar aquí la eternidad, no he pecado!- y dirigiéndose a las risa contestó- ¡No como tú!
Las risas se detuvieron, y le preguntaron al hombre que según él, cuál había sido su pecado. El hombre le contestó:
-Manifestarte a la humanidad......tú y tu maldad, simplemente. Crear este infierno....... Sé quién eres, y no me engañas. ¡Tú eres Satán!.
La voz rompió su silencio para romper en la risa más estrepitosa que el hombre había oído, lo que lo estremeció.
Al final respondió, burlonamente:
-Tienes razón en una cosa: Sabes quién soy, pero no soy Satán. Y te equivocas, mi mayor pecado no fue manifestarme al mundo...sin mí no seríais nada. Mi mayor pecado fue.....hacer creer a la humanidad que había una alternativa a lo que ahora tú ves.
El hombre cayó en la cuenta, y si hubiera podido, hubiera llorado como un bebé. Cayó en la cuenta de la gran farsa que había vivido siempre la humanidad. Preguntó, solo para oír la respuesta que ahora sabía:
-¿No eres el Diablo?.....¿No eres Satán?
-No, no, no............... Yo soy Dios.




Gracias a DrossRotzank por su interesantísimo canal, ¡y hasta la próxima!




                 

viernes, 6 de febrero de 2015

RELATO "LIBRE"

Hola chicooos! Os traigo por fin la traducción del relato que tanto me habíais pedido. Sólo quería comentaros que me disculpéis si veis alguna falta por ahí, porque esto de traducir mediante un programa es muy cómodo y tal, pero traduce muy, pero que muy mal. Así que después de muchas correcciones de la traducción espero que no haya errores. Además, deciros que si queréis la versión en gallego para ver como suena (os aseguro que suena mucho mejor, en castellano pierde mucho) sólo tenéis que pedírmelo. Espero que os guste!!! :D

PD- 8 meses después el blog resucita, el espíritu cocacolero sigue en pie! jajajajajaj


LIBRE
La oscuridad se extendía por todo el bosque. Yo corría, huyendo de algo o alguien de quien no sabía nada. Tenía la respiración entrecortada y el pulso totalmente desacompasado. Me dolían las piernas, pues mi cuerpo no daba más de sí en aquel estado de pánico extremo.
Cuando no pude correr más, me dejé llevar por la desesperación, refugiándome en medio de unos matorrales, situados a la margen izquierda del camino de tierra por el que me había movido en los últimos minutos. Me sentía frustrado.
Quince años antes había comenzado mi calvario. Después del asesinato de mi madre, notaba que “había alguien” en el cuarto mientras dormía. Las puertas se mecían provocándome escalofríos, los grifos se abrían inundando parte del piso y muchas veces escuchaba sonidos de cuchillos y navajas rajando el aire.
Los primeros meses necesité tratamiento psicológico, tenía insomnio y trastornos alimenticios. Pero el tiempo pasó, fui a estudiar a otra ciudad y abandoné el que había sido mi hogar en los últimos veinte años. Entonces, se acabaron los problemas… O eso pensaba.
Después de acabar la carrera, volví a la que había sido mi ciudad desde que había nacido, y vivía feliz junto a mi novia de siempre, Lucía. Nos casamos, y los tormentos volvieron a rondar mi cabeza; despacio, sin prisa pero sin pausa.
Cada día que pasaba me encontraba más pálido, sin espíritu. No había nada en este mundo que me había hecho ser feliz. Estuve consultando todo tipo de especialistas psiquiátricos, pero nadie encontraba una solución médica para mi “falta de autoestima”. Los días pasaban, y la monotonía se extendía por mi cuerpo, como un gas tratando de ocupar todo el espacio posible.
Mi grado de dejadez y pasotismo fue tan grande y mayúsculo que Lucía no resistió más; me dejó a mí y a mis problemas. Para ella no tenía remedio y no podía arruinar más tiempo de su preciada juventud estrujándose el cerebro para encontrar la solución de lo que me estaba pasando. Mientras todo esto sucedía, mi cuerpo se adormilaba cada vez más, dejándome llevar a un letargo inquebrantable, una espiral de la que jamás podría huir, quedando sentenciado a perder totalmente la cabeza. Pero, afortunadamente, gracias a la soledad absoluta, sin tener un cuerpo en el que apoyarme, fui capaz de descubrir qué ocurría en mi interior.
Después de la estancia en Amsterdam (los únicos años felices de mi vida), volví a Santiago de Compostela, el “agujero” por el que entré en el mundo y por el que voy a salir. En Santiago crecí; aquí di mis primeros pasos, aquí supe lo que era querer a una chica, y lo que era tener amigos. Pero también descubrí lo que era el dolor, el sufrimiento y la agonía, comenzando con la trágica muerte de mi madre.
Esa bestia loca que tengo como padre, el ser humano que me engendró, le robó el corazón mi madre cuando era una niña; ella era feliz a su lado. Pero él quiso robarle algo más que el corazón, todo lo que mamá hizo por él (los viajes al psiquiatra, todos los cuidados en sus peores tiempos…) no era suficiente; así que decidió acabar con ella, robarle la vida.
Por lo menos ahora está pudriéndose en un mísero manicomio.
Viví con esta manía toda la vida. Aparecieron las extrañas presencias y todos aquellos efímeros males. Ninguno me afectaba; y ese fue el gran problema. Una vez Lucía se fue y estuve completamente solo, comencé a percibir poco a poco de que nada me atormentaba, porque estaba totalmente sumiso a una perturbación general de mi cuerpo. Estaba acostumbrado a ver y oír cosas irreales, fruto de mis traumas y heridas mal curadas, y convivía con todo eso, sin alterar mi estado de letargo continuo.
De este modo viví durante años, en la inocencia y en la inconsciencia absoluta, pensando que desde que había viajado rumbo a universidad, todos los problemas se habían esfumado de mi vida. Pobre desgraciado… Viví en un engaño, en una trampa perfectamente diseñada y fabricada con mis propias manos. Hasta que exploté.
Dejé de comer y abandoné el trabajo, mi vida se reducía a pensar cómo iba a hacer para destruir la cárcel en la que me encontraba. Pasaron tres semanas, y lo único que sabía era que no necesitaba la ayuda de los médicos, ya no. Llevaba toda la vida conviviendo con su presencia, primero con mi padre y más tarde conmigo mismo. Además, tenía la certeza de que, si yo había sido capaz de engañarme hasta ese punto, también sería capaz de liberarme y ser feliz.
Los días pasaron, y no conseguía ver algún indicio de esperanza por ninguna parte. Estaba volviéndome loco, si aún no lo estaba. Permanecía horas y horas mirando el escritorio, analizando cada uno de mis anómalos comportamientos. Seguía sin encontrar la clave para conseguir la felicidad. En ese momento vivía totalmente atormentado.
Las vivencias se agolpaban alrededor de mi cabeza, recordándome los momentos más oscuros de mi vida. Sentía la sensación de que algo me perseguía, sabía que no podía quedarme en casa, dejándome enloquecer en medio de mis traumas. La tensión emocional aumentaba y se acumulaba, cada segundo se traducía en menos posibilidades de pensar con frialdad. También menguaba el número de alternativas, hasta reducirse al máximo. Sabía que sólo me quedaba una opción, mi locura no me permitía hacer nada más. Estuve tres días enteros, setenta y dos horas intentando decidir mi futuro, mi destino. Finalmente, decidí seguir el débil instinto infantil que conservaba y, por miedo a pudrirme en un cuarto, huí.
Me cegué. Comencé a correr sin saber adónde. Yo seguía un incierto camino, con los ojos en blanco. Mi extraño perseguidor no me dejaba pensar, sólo podía seguir corriendo, sin mirar atrás. Tenía el gran presentimiento de que estaba siendo perseguido por los fantasmas de mi vida, y no tenía el valor suficiente para enfrentarme a ellos. Sinceramente, no sabía nada, ni dónde me encontraba.
Creo que corrí unos 20 kilómetros. Estaba en un bosque, mi bosque. Allí finalizada mi presunta carrera hacia felicidad. Después de esconderme en medio de unos matorrales, una vez acabada la carrera, la frustración se apoderó de mí y comencé a chillar. Estaba convencido de que nadie me escuchaba, y se alguien lo hacía, sabía que no se iba a preocupar; ¿a quién le importa un loco? En los siguientes minutos mis emociones fueron como los desniveles de una montaña rusa. Se sucedieron la tristeza, la desesperación e incluso la más profunda calma.
Pasé días sin moverme, y perdí la sensibilidad en las piernas. Alrededor de mí se extendía una profunda calma, resultando ser excesiva. Con el paso de las horas, comencé a reaccionar ante lo que había hecho: había salido de mi refugio, no tenía nada, sólo conservaba mi demencia y un alma podrida. Entonces, mi cabeza comenzó a funcionar debidamente tras más de una década y media de sufrimiento en la ignorancia, y supe que el destino había hecho de las suyas y no me había dejado en aquél lugar por casualidad. Levanté la mirada después de mucho tiempo, y encontré que un árbol muerto y muy viejo se alzaba a mi izquierda. Tenía madera oscura y vigorosa pese a su falta de vida, probablemente había sido un castaño. Y a mi derecha había unas plantas de esparto. Mi abuelo fue zapatero, y sabía por experiencia que aquel esparto estaba a punto para ser trabajado; le faltaba una semana de tiempo seco y su estado sería perfecto. Tenía el material, tenía el motivo y tenía la idea rondándome la cabeza; sólo me faltaba la determinación para llevarlo a cabo.
Estuve mucho tiempo intentando levantarme, quizás demasiado. Cuando lo conseguí, ya había tenido tiempo para tomar una decisión, la última decisión y la que determinaría mi futuro para siempre jamás: me iba a suicidar.
Puede parecer que era otra locura de las mías, la que me condenaría por siempre. Pero es la única acción con sentido de mis últimos años de vida. No podía esperar más, sólo sería retrasar lo inevitable. Después de todos mis males, ya no tenía miedo a la muerte. Es más, mientras que en mi corta juventud no fui un buen cristiano, en ese momento comprendí el significado de la paz eterna para la Iglesia, o por lo menos encontré mi interpretación. La muerte es el paso de las preocupaciones al gozo, dejando atrás todos nuestros problemas, centrándonos en descansar del ritmo frenético que nos impone la vida terrenal.
De este modo, con la ilusión de rematar por fin al sufrimiento y con la determinación de saber que hacer y como hacerlo, comencé a construir mi particular “necrópolis”, con la fruición propia de alguien de mis características. Tardé dos días y dos noches, pero ya estaba todo preparado para terminar de escribir el último párrafo de esta historia de terror: mi vida.
Y así es, este es el último párrafo de mis memorias, escritas para que cualquier persona que lo desee, pueda consultarlas y descubrir mis desconcertantes pensamientos. Mi historia llega a su fin, y con ella se marcha una vida desgraciada, desmigajada por la complejidad del cuerpo humano, sobre todo de su sala de control. Así que yo, David Rodríguez Santos, me voy voluntariamente de este mundo sin dejar nada a nadie, pues lo único que tengo es una mente rota desde la infancia de la que sólo se conservarán dos míseros papeles redactados con la escasa cordura de un loco.
Ahora sólo me queda una palabra por decir, la cual ya debería haber dicho mucho antes:
Adiós.


lunes, 19 de mayo de 2014

Las crónicas de Fhred. Capítulo 1: El arte de la caza.

Las crónicas de Fhred
El último cazador
Capítulo 1 - El arte de la Caza


Era ya muy tarde cuando me dispuse a partir hacia la “misión especial” que me había encomendado la Anciana. Esa “misión”, simplemente consistía en recoger las hierbas medicinales necesarias para sus apestosas pócimas. Me reí de mí mismo,había llegado a aquella aldea dejada de la mano de Dios por pura casualidad y desdicha mía. Todabia no recuerdo como llegue exactamente, solo tengo un vago atisbo de una masa borrosa cerniéndose sobre mí y nada más. Aunque el Jefe y los demás aldeanos me han acogido con mucha caridad, nadie me quiere decir que paso en realidad. El Jefe solo me ha dicho que fue un monstruo pero no me dice cual. Supongo que sera alguno de rango bajo puesto que soy el único al que no le otorgan misiones de mayor importancia que recoger absurdas hierbas. Bueno, al menos voy a terminar esta misión, así espero no ser objeto de mofa. Acto seguido entré en la cueva donde según me habían dicho se encontraban las dichosas hierbas. También me habían comunicado, entre risas que antes habitaban por allí algún Giaprey, que tuviese cuidado no fuesen a morder el trasero… Idiotas, algún día les enseñaré yo a Cazar. Si tuviera armas decentes, claro. Miré, mis espadas dobles, estaban melladas, desafiladas, sin brillo...pero todavía no me había fallado cuando necesitaba despellejar un animal o “impresionar” con mis movimientos de lucha a los más pequeños de la aldea nunca me había defraudado. Mientras me perdía en entre estos pensamientos un grito hendió la penumbra que allí rondaba. Un sudor frío me recorrió la espalda. No, no, no NO¡¡ No me podía creer que eso me estuviese pasando a mí. Del fondo, donde la débil luz de mi antorcha no llegaba asomó precavido, un morro azulado. El Giaprey, el depredador natural de las montañas había aparecido.
Desenfundé las espadas y me mentalicé a mi mismo de tener al menos dos prioridades:
no huir y no ser devorado.
Avancé rápidamente dispuesto a no dejarle oportunidad de atacar, sin embargo mis conocimientos como Cazador me volvieron a fallar. Hace un instante el monstruo se encontraba a unos doce metros de mi y, un segundo después,  ya había recorrido más de la mitad de la distancia que nos separaba. Esquive sus colmillos dando un paso hacia atrás y lancé las dos espadas curvas hacia delante en un intento de evitar la muerte. Y, para sorpresa mía encontraron resistencia. ¡Lo había hecho! ¡Había matado a un Monstruo, y sin ayuda! Solté un grito de júbilo que resonó por toda la caverna y asustó a los pocos murciélagos que se atrevían a sobrevivir en ese gélido entorno.
Me dispuse a cobrar mi pieza cuando un detalle en el suelo de la cueva llamó mi atención, había visto las huellas de Giaprey pero… ¡Allí había más de una docena de huellas distintas! Debía salir de allí lo antes posible, si el resto de la manada habían oído mi grito acudirían prestos a saber que había perturbado el silencio de su entorno.
Oí arañazos en el hielo, sordos gruñidos y golpes sordos, como los que harían grandes patas al correr. Me estremecí, aunque en ese momento yo no sentía frío. En un intento de cerrar mis reducidas defensas corrí a arrinconarme en una esquina. Era una mala opción puesto que en caso de emergencia no me permitiría huir pero yo ya había decidido que solo saldría de aquella oscura cueva de dos formas: o vivo o en el estómago de alguna monstruosidad. Cogí la antorcha y la clavé enfrente mio, no quería que me atacasen en la oscuridad donde no tendría oportunidad de defenderme. Fueron llegando de uno en uno cada uno mas horrible que el anterior, cuando, se organizaron todos alrededor mío y se disponían a saltar sobre mi un rugido que heló la sangre de mis venas me sobresaltó a mi y a mis atacantes. Apareció majestuoso, con cu cresta azulada bien alta, sus garras centrales de 30 centímetros al menos, una cola en forma de látigo y 2´5  metros de altura.Había oído historias sobre él, los más ancianos relataban a los más jóvenes cuentos sobre este y otros grandes depredadores, pero, eran delirios de viejos, nadie les tomaba en serio. Decidí que si salia vivo de allí les pediría que me contasen todas sus historias, pero antes, había otros asuntos que atender. El monstruo dio un par de pasos cortos hacia mi y comenzó a soltar una serie de gruñidos a sus lacayos a lo que estos respondieron de igual manera. ¡Parecía que estuvieran decidiendo quien se me comería! Bien, pensé, si se pelearan quizás se dañaran lo suficiente para poder matarlos a todos… Un sonido como de un golpe de viento me sacó de mis ensoñaciones y, vi con horror que más de la mitad de criaturas estaban ahora blancas y lisas. Al instante de dirigir mi mirada hacia su líder comprendí la razón de su  estado, de entre sus fauces escapaba un humillo blanquecino que contrastaba con el azul de sus escamas. El ahora no tan numeroso  grupo de Giapreys se disponía a saltar encima de su atacante cuando, estirando el cuello el Giadrome soltó una vahara da de humo blanco que cubrió a la manada y la dejó en el mismo estado que las estalactitas que del techo colgaban. No podría sobrevivir a esta atrocidad. Si, si que podría, yo era Fhred, el Cazador.
Echando un grito salvaje me incliné hacia delante y repelí la acometida de sus garras. Frené, ataqué y ataqué pero no conseguía romper su férrea defensa, mis armas eran demasiado débiles. Pese a esto no me deje amedrentar., no moriría comido por una lagartija gigante. El Giadrome expulsó su aliento en mi dirección y una niebla fría como su corazón me cubrió entero, pero, por sorprendente que parezca no me quedé en el mismo estado que sus compañeros, sino que simplemente sentí un frío intenso.
El cabrón, visiblemente sorprendido reanudó su ataque con una furia intensificada una y otra vez atacaba y  una y otra vez yo paraba sus salvajes acometidas. Sabiendo que poco a poco le estaba cansando le fui infringiendo poco pequeñas heridas en el morro y en su pecho. Finalmente con un grito de júbilo junte las dos espadas como si fueran una sola y le solté un golpe brutal que partió sus garras y vi su cabeza caer. Sabedor de que el efecto de su aliento no tardaría en desaparecer de los Giaprey no me dejé embriagar por la victoria y les fui atravesando uno a uno hasta que caí exhausto en el suelo y todo se volvió negro.
Me desperté gritando y sudando entre unas sábanas que olían como las de mi casa. Me restregué los ojos todavía aturdido y vi que me encontraba en mi habitación, aunque no me encontraba solo.
-Hola, Anciana-le dije
-Hola, Fhred. Veo que mis cuidados han dado resultado-me dijo la pequeña figura que descansaba en una mecedora.
-¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
-Unas cinco horas, cuando los rastreadores te encontraron pensaban que estabas muerto, la verdad, yo tampoco pensaba que lo conseguirlas. Estoy muy sorprendida, no pensé que fueses capaz de acabar con una manada entera tú solo.
-¿Yo? ?Una manada? ¿de que estas hablando?-Y, entonces los recuerdos comenzaron a fluir, la cueva, la “misión”, los Giapreys ¡el Giadrome!- Agh….-Solté aturdido por el torrente de recuerdos que me inundaban.
-Si, lo has hecho. Dado que eres el primero de ellos en darte cuentas te contaré un secreto..
¿Un secreto, cual? ¿Y de que soy el primero? ¿Y…
-Calla y escucha- me interrumpió- Hace cien años, cuando yo era joven, cientos de monstruos asolaban la región, por eso se creó el Gremio de Cazadores. Personas valientes que daban su vida por la de los demás dia a día luchando contra toda clase de peligros. Ese tiempo se le llamó la Vieja Era, hace por lo menos sesenta años que no se veía ninguno de los Antiguos monstruos aparte de algunos casos aislados, hasta hoy claro. Eres el primer Cazador que ve a uno de estos terroríficos habitantes y sale con vida.


Me miré las manos en un intento de comprender lo que esa vieja me contaba. Todas esas historias, eso cuentos para niños ¿habían vuelto de verdad al mundo?
-¿Que se espera  que haga yo?
-Nadie te obliga a hacer nada, pero toda la aldea te está agradecida por deshacerse de aquellos monstruos. Y por cierto, la aldea te a querido recompensar -dijo enseñándome una pesada bolsa que a juzgar por su forma debía de estar llena de monedas.
Pensé en mis posibilidades, podía seguir recogiendo hierbas por una basura de sueldo o podía comprarme una armadura y armas mejores con ese dinero.
-¿Cuanto cuesta unas espadas dobles?, que no sean muy caras claro.
Me sonrió y me señaló un montón de trapos en un rincón de la habitación en el que no había reparado. No puede ser pensé mientras me levantaba y me dirigía hacia allí.
Levante el montón y allí había unas espadas dobles hechas con las garras de Giadrome y las escamas de los Giaprey. Además, debajo había una ballesta ligera, un arma que hacía muchos años no se veía puesto que sólo los Cazadores más aventajados se les permitía usar.
-La aldea está muy agradecida-dijo mientras se iba-cuídalas bien hasta que consigas unas mejores.
-¡Lo haré, señora! ¡Muchas gracias!
Pero ya no me oía se había ido. En fin, me dije nada pierdo intentándolo después de todo no podía perder.
Un momento, pensé. Me acerqué al espejo y vi, con sorpresa que mi pelo normalmente negro, ¡se había vuelto completamente blanco! Joder….Ya decía yo que no había podido escapar indemne del aliento de aquel mamón.
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El Khezu volvió olisquear el aire en busca de su presa. Habían pasado ya cinco años desde aquello, ahora era capaz de acabar con uno de esos con una sola estocada. El Khezu, al menos si que representaba un reto para él. La aldea le había encomendado esa misión a él, el mejor en su profesión de toda la región. Apunté con cuidado a la cabeza de la criatura si a aquello se le podía llamar de tal forma. El Khezu, monstruo de las cavernas, era una especie de gusano enorme con dos fuertes patas y dos alas membranosas. El hecho de no tener ojos ni manos no lo convertía en una presa fácil ya que de alguna arcana forma su cuerpo le permitía producir ingentes cantidades de electricidad. Utilizaba sus portentosas descargas para paralizar sus presas y luego engullirlas sin piedad, además su piel parecía tener las propiedades de la goma pudiéndose estirar a voluntad. Los proyectiles normales no le harán nada dije mientras cambiaba las balas normales por proyectiles explosivos. De repente en medio de bamboleos y gruñidos el monstruo agitó sus membranosas y se elevó en medio del rugido del viento creado por sus alas. Mierda, mierda, mierda no se podía escapar. Disparé una ráfaga que dio de lleno en una de sus alas y liberó una serie de explosiones. Cayó a varios metros de donde me encontraba pero aun así me tuve que proteger del ventarrón que hizo. Vale, ya he llamado su atención, ¿y ahora que hacia? Se levantó con un crepitar de electricidad que me hizo entrechocar los dientes. Miró en mi dirección y su cuerpo se fue envolviendo en una suave aura azul. Mmm… mejor me voy de aquí pensé. Me eché a un lado en el momento preciso en el que lanzaba tres bolas de pura energía hacia mi. No me dieron pero hicieron que se me erizara el pelo. Cargué la ballesta con cartuchos perforadores y comencé a vaciar el tambor de proyectil en proyectil. Lo único que hacían era aturdirlo pero era lo único que necesitaba era tiempo. Enfundé el arma y le lancé los únicos cuchillos que disponía, eran un arma ridícula en comparación con tal colosal enemigo pero antes, habían sido tratados con veneno. Si seguía moviéndose tanto mientras me atacaba no tardaría en extenderse por todo su cuerpo dejándolo medio muerto. Soltando un bufido el Khezu se auto electrocutó evaporando el veneno que corría por sus venas azuladas. Joder, mejor saco la artillería pesada, dije mientras sacaba dos pequeños barriles de mi mochila. Los encendí rápidamente mientras los echaba  a los pies del monstruo y me refugiaba tras una roca. Una explosión resonó en la llanura y se extendió un olor que pese a no ser muy agradable al olfato a mi me olió a gloria.


-Bien hecho Fhred, no sabíamos si podrías con esa cosa-dijo el Jefe mientras me daba unas palmadas en la espalda-sigue así y pronto me quitaras el puesto.
-Si, claro, claro… ¿Por qué no me dijisteis que el veneno no le afectaba?
-No me pareció importante, no creía que tuvieses problemas.
-Ya, pues casi me convierto en su almuerzo.
Prorrumpimos en carcajadas ambos mientras nos apoyábamos en el hombro del otro para no caernos y nos despedimos con  un gesto de la mano. Estaba yo caminando hacia mi casa cuando un susurro llamó mi atención.
-Señor, señor..-Miré en la dirección de esa voz y descubrí a una vieja cochambrosa que se apoyaba en un retorcido y resquebrajado bastón de madera negra.-¿Le interesaría adoptar un feyline?
-¿Feyline?¿Qué es eso?
-Los mejores ayudantes de los Cazadores mi señor.
-¿De verdad?Pues no e oído hablar de ellos a los ancianos de la aldea.-dije suspicaz.
-¿Esos inútiles?No se acuerdan ni de la mitad de sucesos que ocurrieron en esta región.
-Bueno, ¿y qué es eso?
-No es que si no quien mi señor.- se apartó a un lado y dejó ver a una especie de gato humanoide que me   llegaría a la rodilla. Era completamente negro excepto sus orejas y una gran mancha blanca que iba desde su pata derecha hasta su brazo. Tenía unos ojos enormes verdes oscuros que parecían suplicarle.
-¿Cuánto cuesta?
-No señor, no. Tengo más, además cada uno de ellos tiene preferencias para el ataque.                                                                                                                                                                                                                       
-No, no yo quiero este.
-Vale pero…-la mire dudando pues su expresión distaba mucho de ser tranquilizadora.-Yo quiero este                                                      señora
-De acuerdo serán 2000 marcos
-De acuerdo, pero la armadura viene incluida-dije mientras achicaba los ojos.con el tiempo, había aprendido que nunca había que fiarse de ninguna anciana por muy débil que pareciese. Uno acaba aprendiendo al final, casi siempre
-Vale, vale
De vuelta a casa me pregunté de qué forma me podría ayudar esa bola de pelo cuando, de repente, surgieron de una esquina dos formas vagamente humanas envueltas en sombras. En cuanto nos vieron desgarraron las túnicas en las cuales iban envueltas y mostraron dos criaturas parecidas a una mezcla entre mantis y lobo. Cuando iban con las túnicas no me había fijado porque iban encorvados pero de pie pasarían de los dos metros y medio.
-Escóndete Brian joder-grité mientras desenfundaba las espadas gemelas.

martes, 22 de abril de 2014

La tumba

Eh.. Sé que es un relato muy corto pero... no sé me apetecía escribir algo así. Aparte esta basado en una cosa que le pasó a un amigo mio, un hospitalero nuevo que a llegado a Grañón. Bueno espero que no esté tan mal como me parece :D.

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El hombre miró pensativa mente la tierra que poco a poco cubría sus ya entumecidas piernas haciéndole sentir un cosquilleo desde la base de la columna. Nunca volveré a ver a mis hijos pensó, crecerán sin un padre que les quiera, sin alguien que les defienda, que le comprenda… Ya sin poder evitarlo dos solitarias lágrimas trazaron surcos en la mugre que cubría mis mejillas. Solo quería una vida tranquila dijo en voz alta hacia nadie en particular, sin muchos sobresaltos, quizá una sorpresa de vez en cuando, pero al fin y al cabo una vida... El capataz le había dicho cuando me contrató: si te pasa algo toca la campanilla no grites que si no malgastarás  oxígeno. Llevaba cinco malditas horas tocando la puta campanita y nadie había acudido en su ayuda, como mucho un pequeño topo que se había acercado a husmear. Nunca volvería a ver su amada Asturias. Recorrer el campo con sus hijos y su esposa ahora le parecía un lejano sueño que nunca pasó. La cordura se alejaba de su ser mientras que la locura poco a poco se hacia con su mente evadiendo los fogonazos de lucidez que la adrenalina le confería. Extendió los brazos en el reducido espacio que le quedaba y se rió. Se rió del mundo por dejarle morir en su seno, se rió de Dios por dejarle morir, se rió de la vida por abandonarle y se rió de la locura por acogerle.